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Déjame que te cuente

Tuve leucemia y elegí vivir.
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Siempre me ha interesado la nutrición. Con lógica, pensaba que si tragar una aspirina podía aliviar el dolor de cabeza, el contenido de mi plato tendría tanto sino más poder.
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Cuando me diagnosticarón la leucemia, se me cayó el mundo encima. ¿Como podía ser que cuidando tanto de mi alimentación, me tocase este destino? 
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Vivir la enfermedad y superarla me ha permitido entender que no solo somos un tubo digestivo. Muchos factores intervienen en una enfermedad. 
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Pero también pensé que encontraría ayuda en mi plato...
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Así que me aproveché de todos mis conocimientos para ayudarme a superar las duras pruebas del tratamiento. 
 
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No fue fácil; cuando tienes un tratamiento pesado, seguir creyendo que la remolacha te va a facilitar el trabajo requiere mucha fe. No podemos observarnos por dentro, no podemos ver todos los movimientos celulares que se producen cuando comemos. Pero sí, se producen y son espectáculares.

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Y mi convicción era tal que salí de la leucemia. Después me esperaba una larga cuesta arriba, cuidando constantemente de lo que comía, según me sentía. 

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La leucemia pasó a la historia. Pero dejó su trabajo hecho: una conciencia avivada de que lo que comemos hace de nosotros lo que somos.

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